EL PAPA PIDE A LOS SACERDOTES QUE SUEÑEN CON LA IGLESIA DEL MAÑANA
¿En qué estado de ánimo y con qué aspiración se debe entrar en el ministerio sacerdotal? El lunes 7 de febrero, el Papa sugirió a los estudiantes del Seminario Pontificio Lombardo de San Ambrosio y San Carlos in Urbe, situado en el corazón de Roma, que no se encierren en sus sacristías o en una "dialéctica estéril", sino que lleven el Evangelio al mundo "que tiene sed de Cristo", como hizo un antiguo alumno de su seminario, el Papa Pío XI.
En recuerdo del centenario de la elección de Pío XI este año, el Papa recibió el lunes a mediodía el Seminario de Lombardía, donde Achille Ratti fue alumno, y Francisco se inspiró en la obra de su predecesor para ofrecer a los sacerdotes que allí estudian perspectivas para su ministerio, al servicio de la Iglesia y del pueblo italiano.
El primer signo profético de Pío XI fue que, tras su elección, eligió no presentarse a los fieles en el interior de la basílica vaticana, sino desde la famosa logia que da a la plaza de San Pedro. El Papa dijo que habría tardado cuarenta minutos en abrir las puertas del balcón. Las puertas llevaban años cerradas porque el lugar se había convertido en un almacén. Pío XI esperó.
Este gesto "vale más que mil palabras", según Francisco. En primer lugar, recuerda a los sacerdotes que deben estar abiertos, "ampliando el horizonte de su trabajo pastoral a las dimensiones del mundo, llegando a cada niño que Dios quiere abrazar con su amor". Francisco les implora que no se queden "atrincherados en la sacristía", que no "cultiven pequeños grupos cerrados en los que podamos acurrucarnos y estar tranquilos". Un mundo espera el Evangelio.
Vivir en las situaciones concretas del mundo
El Señor quiere que sus pastores se conformen con él", continúa Francisco. Les invita a "llevar en sus corazones y sobre sus hombros las expectativas y las cargas del rebaño". Para que el ministerio se convierta en una bendición de Dios para el mundo, los sacerdotes deben tener "un corazón abierto, compasivo y misericordioso", pero también "manos trabajadoras y generosas, que se ensucian y se hieren por amor, como las de Jesús en la cruz".
El estudio es un "don de Dios", pero, subraya Francisco, el conocimiento nunca debe abstraerse de la vida y la historia. "No sirve al Evangelio una Iglesia que tiene mucho que decir, pero cuyas palabras carecen de unción y no tocan la carne del pueblo. Para tener palabras de vida, es necesario doblegar la ciencia al Espíritu en la oración y luego vivir en las situaciones concretas de la Iglesia y del mundo. Pide que los sacerdotes "ardan en deseos de llevar el Evangelio a las calles del mundo", especialmente en los lugares más pobres y olvidados.
Advertencia contra el arribismo
Otra pista profética del Papa Ratti: en su primera homilía, el 4 de junio de 1922, con motivo del tricentenario de la fundación de la Congregación de Propaganda Fide, Pío XI invita a todos a preguntarse qué tienen que ofrecer al Señor. "Una buena pregunta", dice Francisco, que advierte a los sacerdotes que estudian en Roma contra el carrerismo. Esta pregunta "no gira en torno a ti, a tu deseo de esta cátedra, de esta parroquia, de este puesto en la curia; no, es una pregunta que te pide que abras tu corazón a la disponibilidad y al servicio.
El Papa lamenta que a menudo, especialmente en Italia, el discurso eclesial se reduzca a una "estéril dialéctica interna entre los que innovan y los que son conservadores, entre los que prefieren un político y los que prefieren otro", por lo que, dice Francisco, se olvida el punto central: "ser Iglesia para vivir y difundir el Evangelio". El Papa les pide que no se ocupen de su pequeña preocupación, porque "hay todo un mundo que tiene sed de Cristo". Les llama a cultivar desde la Ciudad Eterna "un corazón abierto, dispuesto y misionero".
La voz de los sin voz
Finalmente, el Papa Francisco evoca la modernidad del discurso de Pío XI que, en su encíclica social "Quadragesimo año", denunció el poder despótico de quienes concentran en sus manos toda la riqueza, "el alma de la economía". En un contexto todavía marcado por las desigualdades, y más aún por la pandemia, el Papa Francisco les pide que sean "tejedores de comunión, erradicadores de las desigualdades, pastores atentos a los signos de sufrimiento de la gente". Espera que los conocimientos adquiridos les permitan ser "competentes y valientes a la hora de levantar palabras proféticas en nombre de los que no tienen voz".
Para realizar las "grandes tareas" que les esperan, el Papa les invita a pedir a Dios que sueñen con la belleza de la Iglesia: que sueñen con la Iglesia italiana de mañana, más fiel al espíritu del Evangelio, más libre, fraterna y alegre en el testimonio de Jesús. "Una Iglesia que cultiva una comunión más fuerte que cualquier distinción y que se apasiona aún más por los pobres", concluye el Papa.